"Todas las cosas que hay sobre la tierra, absolutamente todas,
tienen un 'sentido propio'.
Cada piedra, cada brizna de hierba, cada flor, cada arbusto,
cada animal crece, vive, actúa y siente
únicamente de acuerdo con su 'sentido propio',
y a esto se debe que el mundo sea bueno, hermoso y rico.
El hecho de que haya flores y frutos,
robles y abedules, caballos y gallinas, hierro y estaño, oro y carbón,
se debe exclusivamente a que la cosa más diminuta del universo
tiene su 'sentido', lleva en sí misma su propia ley
y obedece a esta ley con exactitud y precisión.
Sólo hay sobre la tierra dos pobres y malditas criaturas
que no pueden atender esta llamada eterna y ser, crecer, vivir y morir
como les ordena su sentido innato.
Solamente el hombre y sus animales domesticados
están condenados a desoír la voz de la vida y el crecimiento
y a seguir las leyes inventadas por los propios hombres,
que incesantemente las contravienen y cambian.
Y ahora viene lo más extraordinario: los pocos que han despreciado
estas leyes arbitrarias para obedecer sus leyes propias y naturales han sido,
al principio, condenados y apedreados, pero más tarde se les ha venerado
para siempre como héroes y libertadores. La misma humanidad que elogia
y califica de la más alta virtud la obediencia a sus leyes artificiales,
coloca en el panteón de la eternidad precisamente a aquellos
que se opusieron a sus exigencias y prefirieron perder la vida
antes que ser infieles a su 'sentido de sí mismos'."
Hermann Hesse ( Alemán / 1877 - 1962 )