Reconozco esta hora .
Es esa que solía llegar enmascarada entre los pliegues de otras horas ;
la que de pronto comenzaba a surgir como un oscuro arcángel detrás de la neblina
haciendo retroceder mis bosques encantados ,
mis rituales de amor , mi fiesta en la indolencia ,
con sólo trazar un signo en el silencio ,
con sólo cortar el aire con su mano .
Esa , la de mirada como un vuelo de cuervo y pasos fantasmales ,
que venía de lejos con su manto de viaje y las mejillas escarchadas ,
y se iba bajando la cabeza , de nuevo hasta tan lejos
que yo buscaba en vano la huella del carruaje en el pasado .
Hora desencarnada ,
color de amnesia como dibujada en el vacío del azogue ,
igual que una traslúcida figura enviada desde un retablo del olvido .
¿Y era su propio heraldo ,
el fondo que se asoma hasta la superficie de la copa ,
la anunciación de dar a luz las sombras?
No supe descifrar su profecía ,
ese susurro de aguas estancadas que destilan a veces los crepúsculos ,
ni logré comprender el torbellino de plumas grises con que me aspiraba
desde un claro de ayer hasta un vago anfiteatro iluminado por lluvias y por lunas ,
allá, entre los ventisqueros del irreconocible porvenir ;
aquí , donde ahora se instala, maciza como el demonio del advenimiento ,
en su sitial de honor en medio de la asamblea de otras horas , pálidas, transparentes ,
y me dice que mis bosques son luces extinguidas y aves embalsamadas ,
que mi amor era erróneo , como un espejo que se contempla en otro espejo ,
que mi fiesta es un cielo replegado en el sudario de mis muertos .
Y se queda esta vez , sin bajar la cabeza .
Olga Orozco ( Argentina / 1920 - 1999 )