domingo, 20 de mayo de 2012

Esquel



“ En los años de mi primera juventud he permanecido solo muchas veces en las altas montañas y mis ojos han quedado prendidos largo tiempo en la lejanía, en el claro halo que envuelve las últimas y suaves colinas, tras las cuales se hunde el mundo en profunda belleza azul. Todo el amor de mi alma joven y codiciosa convergía hacia una gran añoranza y se me humedecían los ojos cuando mi mirada hechizada bebía la dulce lejanía azul. La cercanía hogareña me parecía fría, dura y clara, carente de aroma y de misterio y, en cambio, al otro lado todo parecía dulcemente matizado, rebosante de armonía, misterio y encanto. 

Desde entonces me he convertido en un vagabundo y he estado en todas aquellas lejanas y vaporosas colinas. Eran frías, duras y claras, pero al otro lado, más allá, volvía a surgir aquella venturosa profundidad azul - resuelta en presentimientos -, todavía más noble y evocadora de anhelos. 


Con frecuencia la veía tenderse hechizadora. No comprendía su encanto, moraba en ella y me sentía extraño en las colinas de las cercanías y del presente. Y a esto llamo yo ahora felicidad: asomarse al otro lado, contemplar las campiñas azules en la amplia lejanía crepuscular y olvidar por unos momentos la fría cercanía. Esto es la felicidad, algo muy distinto a lo que pensaba en mi juventud, algo sereno y solitario, bello, pero no alegre. 

En mi tranquila felicidad de ermitaño aprendí la ciencia de leer en todas las cosas el halo de la lejanía, a no tocar nada bajo la luz fría y cruda de la cercanía consuetudinaria y a acariciarlo todo, como si todo fuera áureo, ligero, delicado, atenta y respetuosamente. 

Ningún tesoro, por preciado que sea, es tan ciertamente bello que no le pueda robar el brillo de su valor el hábito y la insensibilidad; ninguna vocación es tan noble, ningún poeta tan fecundo, ningún país tan bendito. Por esto me parece un arte digno de ser envidiado el de otorgar a las cosas cercanas y habituales la devoción y el amor que gustosamente concedemos a las lejanas y apartadas bellezas. Sin menospreciar el sol mañanero y las estrellas eternas, podríamos conceder a las cosas más próximas y pequeñas un delicado aroma y un resplandor, procurando tocarlas con dulzura y no privarlas de la poesía que es propia a todo lo existente. Lo que se goza brutalmente es amargo y degradante para el gozador. Lo que se goza como si se estuviera invitado en casa de un extraño, sigue siendo preciado para nosotros y nos ennoblece. 

Esto no se aprende tan bien en ninguna escuela como en la de las privaciones. ¿No estás contento con tu tierra? ¿Sabes de otras más bellas, más ricas, más cálidas? Y caminas en pos de tu anhelo. Caminas por otros países que son más hermosos y soleados. El corazón se te abre, un cielo más dulce cubre tu nueva dicha. Este es ahora tu paraíso, pero ¡espera un poco antes de alabarlo! ¡Espera unos pocos años, espera un poco después de la primera alegría y de la primera juventud! Y llega el momento en que escalas las montañas para desde su cima buscar el lugar del cielo bajo el cual se tiende tu vieja patria. ¡Qué suaves y verdes eran allí las colinas! Y tú sabes y sientes que allí está todavía la casa y el jardín de tus primeros juegos infantiles, y allí sueñan todos los sagrados recuerdos de tu juventud. 

Así, involuntariamente, tu vieja patria se ha vuelto querida y lejana para ti, y tu nueva patria se ha tornado extraña y demasiado próxima. Y así sucede con todo lo que poseemos y con todas las costumbres de nuestra pobre e inquieta existencia.”


“La azul lejanía” 

Hermann Hesse ( Alemán / 1877 - 1962 )




2 comentarios:

  1. Grato paseo para el alma.... tus imágenes y las palabras que las acompañan.... Gracias por compartir.Flavia

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    1. Bienvenida !! Y gracias a vos por acercarte y recorrer estos senderos. . .
      Gracias por dejar no solo tu comentario sino , además , ser la primera en enlazar mi blog !!

      Gracias Flavia !!

      Un enorme abrazo

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